En esta tercera entrega de la defensa de la resurrección de Jesús, vamos a considerar a los testigos oculares de los hechos: los apóstoles. Obviamente, si su testimonio no es confiable, entonces tenemos toda la razón para sospechar de que su testimonio de que Jesús resucitó es falso. Pero si lo contrario es cierto, si no tenemos ninguna razón para sospechar de ellos, sino que en realidad son dignos de confianza, entonces la evidencia a favor de la resurrección se hace más convincente.
En un sentido estricto, el que los discípulos como testigos sean confiables no quiere decir que lo que dicen sea cierto, pero por lo menos que debemos descartar motivos ocultos en su proceder.
En primer lugar, los discípulos llevaron una vida moral intachable. Varios de ellos fueron muy reconocidos líderes espirituales cristianos, que eran principales en las iglesias. Varios de ellos llevaron el evangelio a todas partes; fueron misioneros. Realizaban también el trabajo de formación de discípulos de manera personal, y a través de las cartas de exhortación que enviaban a las iglesias.
Los discípulos estuvieron dispuestos al martirio. No tenemos ningún registro que diga que alguno de los discípulos originales se haya retractado o arrepentido de sus creencias. Muy por el contrario, el testimonio y la tradición oral hablan fuertemente acerca de que casi cada uno de ellos estuvo más que dispuesto a morir antes que renunciar a su fe. Se rehusaron a negar lo que sabían que era la verdad.
Todo este entusiasmo y celo por sus creencias es una transformación por lo menos interesante si no es algo más que eso. Pasaron sorpresivamente de la duda a la creencia. En los evangelios vemos a los discípulos llenos de tristeza y desesperados con la muerte de Jesús: su líder había muerto, y el movimiento se había acabado. No habían entendido las profecías que Jesús había hecho sobre sí mismo y estaban llenos de amargura.
Pero luego de la resurrección, vemos en los evangelios que su vida se transformó, y llegaron a ser el tipo intachable de personas que encontramos en las páginas del Nuevo Testamento. De una cosa podemos estar seguros: los discípulos creían en la veracidad de las apariciones físicas de Jesús, y apuntaban a ellas como el principal motor de transformación en su vida.
Inclusive enemigos de Jesús fueron transformados por la resurrección. Santiago, hermano de Jesús, no creía que su hermano era el Mesías. Sin embargo, tiempo después lo vemos trabajando a favor de la fe que decía despreciar. Esto como resultado de que, como dice Pablo en 1 Corintios 15, Jesús "apareció a Santiago".
Inclusive enemigos de Jesús fueron transformados por la resurrección. Santiago, hermano de Jesús, no creía que su hermano era el Mesías. Sin embargo, tiempo después lo vemos trabajando a favor de la fe que decía despreciar. Esto como resultado de que, como dice Pablo en 1 Corintios 15, Jesús "apareció a Santiago".
Merece una mención especial también el apóstol Pablo, quien era perseguidor de la iglesia y fue transformado por la aparición del Jesús resucitado. Pasó a ser un creyente luego de ese evento, siendo antes un acérrimo perseguidor y exterminador de cristianos.
Él mismo atribuye esta transformación a que el Señor Jesús "por último, como a un abortivo (a alguien nacido fuera de tiempo), se me apareció a mí." 1 Corintios 15.
Podemos ver que estas personas llevaron una vida digna de imitar, que fueron mejoradas por esta experiencia. Fueron los fundadores y propulsores de la iglesia cristiana que continúa hasta hoy. Sus vidas son estudiadas como ejemplo de intachable moral y fe sin igual.
El escéptico podrá dudar de la veracidad de la creencia, pero una cosa es clara: el carácter de los apóstoles está fuera de cuestión.
El escéptico podrá dudar de la veracidad de la creencia, pero una cosa es clara: el carácter de los apóstoles está fuera de cuestión.

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