¿Por qué un único camino?: la defensa de un credo exclusivo en un mundo inclusivo. Editorial Portavoz, 2004.
La cuarta piedra fundamental para una correcta visión cristiana es un entendimiento adecuado de la autoridad de la Biblia. El que proclame la Palabra de Dios, correctamente interpretada, hablará con la autoridad de Dios mismo. La Biblia es la autoridad máxima en cualquier asunto. La iglesia se ha vuelto afeminada en este asunto, al enfatizar el "diálogo" con creencias opuestas, sin animarse a tocar los puntos de diferencia que existen. También se han hecho esfuerzos por desarrollar una interpretación bíblica llamada "hermenéutica de la humildad" que trata de ser lo más inclusivista posible (incluyendo al posmodernismo) en su interpretación de la Palabra. Pero como cristianos, no debemos dejar que nos engañen con circunloquios y vanas palabrerías, que no tienen otro objetivo más que hacernos extraviar del camino de la verdad.
El autor de esta reseña esperaba encontrar una defensa del cristianismo frente a afirmaciones de verdad como el hinduismo, budismo, etc. Pero MacArthur lleva al lector por otro sendero. En este breve pero poderoso libro, busca reafirmar el contraste entre la verdad del cristianismo, y lo que dicen otros sistemas de creencias. En la introducción, MacArthur lo dice sin ambages "Este libro tiene como propósito recordar a los lectores el carácter distintivo del cristianismo y que esa estrechez misma lo aparta de cualquier otra visión del mundo" (p 9).
MacArthur busca combatir la idea de que el cristianismo y el posmodernismo pueden mezclarse en alguna manera. Nuestra sociedad por completo ha experimentado un cambio de mentalidad a través de las últimas generaciones, del modernismo, la creencia de que nada sobrenatural es real, y de que la ciencia lo puede explicar todo, al posmodernismo, que dice que "lo verdadero es determinado por la opinión subjetiva de cada persona, y que no existe una verdad objetiva con autoridad para gobernar la realidad y que se aplique de forma universal a toda la humanidad" (p 21). MacArthur procede a examinar "seis conceptos primordiales que explican el carácter distintivo del cristianismo"(p 30), contrastándolos con la cosmovisión posmoderna. Esos conceptos son: objetividad, racionalidad, veracidad, autoridad, incompatibilidad e integridad.
Objetividad quiere decir que nuestra fe está fundamentada en algo exterior a nosotros y que es igual para todas las personas. La Palabra de Dios es la verdad objetiva, a partir de la cual se miden todas las demás afirmaciones de verdad.
Un cristianismo auténtico se caracteriza por la racionalidad: la Biblia tiene sentido, no se contradice ni tiene errores o principios insensatos. El posmodernismo nos llama a abrazar creencias opuestas o contradictorias en nombre de la diversidad, el inclusivismo y la "tolerancia". En el cristianismo hay tensiones difíciles, como el concepto de la Trinidad, la soberanía divina y la libertad humana, y otros; pero no son irracionales en lo absoluto, sino conceptos difíciles de entender.
Al hablar de veracidad, se quiere decir que el cristianismo auténtico se centra en la verdad, más que en sentimiento y en relaciones humanas, si bien ellos también juegan parte de la vida cristiana. La fe cristiana no puede divorciarse del concepto de verdad, porque al tratar de separarlas, las dos desaparecen. Debemos rehusarnos a seguir el juego de lo que nos tildan de intolerantes y arrogantes por decir que tenemos la verdad. La tenemos porque Dios la ha revelado, y nos ha abierto los ojos para que la veamos.
MacArthur busca combatir la idea de que el cristianismo y el posmodernismo pueden mezclarse en alguna manera. Nuestra sociedad por completo ha experimentado un cambio de mentalidad a través de las últimas generaciones, del modernismo, la creencia de que nada sobrenatural es real, y de que la ciencia lo puede explicar todo, al posmodernismo, que dice que "lo verdadero es determinado por la opinión subjetiva de cada persona, y que no existe una verdad objetiva con autoridad para gobernar la realidad y que se aplique de forma universal a toda la humanidad" (p 21). MacArthur procede a examinar "seis conceptos primordiales que explican el carácter distintivo del cristianismo"(p 30), contrastándolos con la cosmovisión posmoderna. Esos conceptos son: objetividad, racionalidad, veracidad, autoridad, incompatibilidad e integridad.
Objetividad quiere decir que nuestra fe está fundamentada en algo exterior a nosotros y que es igual para todas las personas. La Palabra de Dios es la verdad objetiva, a partir de la cual se miden todas las demás afirmaciones de verdad.
Un cristianismo auténtico se caracteriza por la racionalidad: la Biblia tiene sentido, no se contradice ni tiene errores o principios insensatos. El posmodernismo nos llama a abrazar creencias opuestas o contradictorias en nombre de la diversidad, el inclusivismo y la "tolerancia". En el cristianismo hay tensiones difíciles, como el concepto de la Trinidad, la soberanía divina y la libertad humana, y otros; pero no son irracionales en lo absoluto, sino conceptos difíciles de entender.
Al hablar de veracidad, se quiere decir que el cristianismo auténtico se centra en la verdad, más que en sentimiento y en relaciones humanas, si bien ellos también juegan parte de la vida cristiana. La fe cristiana no puede divorciarse del concepto de verdad, porque al tratar de separarlas, las dos desaparecen. Debemos rehusarnos a seguir el juego de lo que nos tildan de intolerantes y arrogantes por decir que tenemos la verdad. La tenemos porque Dios la ha revelado, y nos ha abierto los ojos para que la veamos.
La cuarta piedra fundamental para una correcta visión cristiana es un entendimiento adecuado de la autoridad de la Biblia. El que proclame la Palabra de Dios, correctamente interpretada, hablará con la autoridad de Dios mismo. La Biblia es la autoridad máxima en cualquier asunto. La iglesia se ha vuelto afeminada en este asunto, al enfatizar el "diálogo" con creencias opuestas, sin animarse a tocar los puntos de diferencia que existen. También se han hecho esfuerzos por desarrollar una interpretación bíblica llamada "hermenéutica de la humildad" que trata de ser lo más inclusivista posible (incluyendo al posmodernismo) en su interpretación de la Palabra. Pero como cristianos, no debemos dejar que nos engañen con circunloquios y vanas palabrerías, que no tienen otro objetivo más que hacernos extraviar del camino de la verdad.
La incompatibilidad es también una de las marcas de una cosmovisión bíblica. Jesús afirmó ser el único camino al Padre (Jn 14:6). El libro de Hechos dice "No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en el que podamos ser salvos" (Hch 4:12). La verdad de Dios es incompatible con cualquier error, no se puede mezclar con ellos. Dice MacArthur que no debemos enfrascarnos en diálogo con los que sostienen otras creencias, pensando que obtendremos beneficio de ello. Lo que se opone a la Palabra de Dios es error y de ningún modo hemos de ceder terreno al error.
La lista se completa con el concepto de integridad, que fluye como resultado de los otros principios, en oposición al vicio de la hipocresía. La integridad es "amor a la verdad con la madurez necesaria para vivirla en la práctica" (p 86). No debemos solamente creer en estos principios, sino vivirlos. El cristianismo actual parece avergonzarse de la verdad, y no se anima a vivirla a la plenitud. Irónicamente, el cristianismo que busca adecuarse a los tiempos modernos, se hace irrelevante muy rápidamente.
El libro concluye con una exhortación a "guardar el tesoro de verdad que nos ha sido encomendado (2 Ti 1:14). Si no lo hacemos nosotros , ¿quién más lo hará?" (p 91).
En resumen, el material es excelente. Conciso pero penetrante. Un llamado a la iglesia a despertar de su letargo intelectual. Un recurso ideal para obsequiar a pastores y líderes de iglesia.
La lista se completa con el concepto de integridad, que fluye como resultado de los otros principios, en oposición al vicio de la hipocresía. La integridad es "amor a la verdad con la madurez necesaria para vivirla en la práctica" (p 86). No debemos solamente creer en estos principios, sino vivirlos. El cristianismo actual parece avergonzarse de la verdad, y no se anima a vivirla a la plenitud. Irónicamente, el cristianismo que busca adecuarse a los tiempos modernos, se hace irrelevante muy rápidamente.
El libro concluye con una exhortación a "guardar el tesoro de verdad que nos ha sido encomendado (2 Ti 1:14). Si no lo hacemos nosotros , ¿quién más lo hará?" (p 91).
En resumen, el material es excelente. Conciso pero penetrante. Un llamado a la iglesia a despertar de su letargo intelectual. Un recurso ideal para obsequiar a pastores y líderes de iglesia.

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